lunes, 28 de enero de 2013

Macri "El Pibe"


EL PIBE. Negocios, intrigas y secretos de Mauricio Macri, el hombre que quiere ser Presidente.
de Gabriela Cerruti
Tapa Libro El Pibe                     
.Fragmentos del capítulo La FIAT
¿Dueño o testaferro?
Era el final de la década del setenta. La empresa vivía en Italia un momento de crisis y confrontación con los poderosos sindicatos que estaban en huelga y ocupaban las plantas. Gianni Agnelli llegaría a la cumbre de su fama cuando al encabezar una marcha de cuarenta mil trabajadores que rompió la huelga del poderoso Sindicato Metalúrgico Italiano.
En la Argentina del gobierno militar, en cambio, suspendieron al 70% de los operarios de la planta de Córdoba sin que tuviera casi repercusión pública. Los sindicatos del sector ya por entonces mantenían una férrea alianza con los miembros del gobierno militar. Y los representantes de los sectores más combativos y confrontativos habían sido secuestrados y desaparecidos, las comisiones internas diezmadas y los sindicatos intervenidos.
Para los empresarios, la paritaria metalúrgica de 1975 había sido el origen de todos sus problemas. «En esas condiciones y con esos sindicatos no se puede funcionar», repetían los italianos frente a la poderosa Unión Obrera Metalúrgica. El alivio llegó con José Rodríguez, el creador de SMATA, el sindicato que rápidamente aceptó las condiciones de flexibilidad laboral de la empresa y ganó terreno dentro de la compañía abriendo una discusión entre estos dos gremios, que luego pasó a ser una referencia a la hora de contratar mano de obra por parte de otras empresas.
La crisis de la FIAT en Italia comenzó a revertirse a partir del nombramiento de Cesare Romitti como presidente de la automotriz. Franco Macri no ahorró elogios: «Bajo su dirección, además de mantener una postura firme frente a los sindicatos, suspendiendo a más de veinte mil trabajadores y duplicando la productividad, se tomó la decisión de que FIAT se retirara de los mercados más difíciles y alejados». Cesare Romitti iba a ser condenado diez años después a prisión en el marco de la investigación sobre corrupción denominadamani pulite, que investigó el financiamiento ilegal de la política italiana a través de los grandes grupos empresarios, particularmente la FIAT.
La «venta» de SEVEL a Macri sería entonces, en realidad, un acuerdo de management para llevar adelante el cierre de plantas, el despido de personal y las negociaciones con el Estado para el canje de la deuda.
¿Por qué Franco Macri decidió comprar la empresa automotriz en el momento en que ésta daba pérdidas y cuando el mercado argentino se estaba achicando en plena crisis económica y hacia el final del gobierno militar?
General Motors y Citroën acababan de cerrar sus plantas.
La explicación del propio Macri parece ingenua: «Como muchas otras ideas que tuve en la vida, ésta también me la dio mi padre. Él solía decir que el empresario creativo era aquel que podía ver por encima de una suba y más allá de una depresión. Nuestra visión del futuro de la industria automotriz en la Argentina era optimista».
Los análisis que circulan entre los empresarios profundizan otra valuación.
IMPRESIT había decidido ejecutar una opción de compra que guardaba sobre IMPRESIT-SIDECO. Macri había descapitalizado su participación en la empresa que era casi enteramente financiada por la FIAT.
Macri no quería perder su participación en IMPRESIT, que le garantizaba importantes contratos con el Estado en el mercado de la construcción, y para esto debía intentar ayudar a los italianos a resolver el problema de la FIAT. Con el achicamiento del mercado y el aumento de los costos, la producción necesitaba reducirse a treinta mil autos por año. Esto implicaba la suspensión o el despido de casi quince mil trabajadores.
FIAT arrastraba además una importante deuda pública. El empresario argentino era el instrumento ideal para llevar adelante la «limpieza» de la situación que para ellos sería mucho más difícil porque repercutiría desfavorablemente en Italia, donde se encontraba el meollo del problema económico, financiero y político de FIAT.
La «venta» de SEVEL a Macri sería entonces, en realidad, un acuerdo de management para llevar adelante el cierre de plantas, el despido de personal y las negociaciones con el Estado para el canje de la deuda.
Para cimentar esta teoría basta repasar el acuerdo original firmado: Macri se haría cargo de la presidencia de la empresa durante un año, con Ricardo Zinn como vicepresidente. Después de la «reestructuración», SOCMA compraría el 85%del paquete accionario y FIAT conservaría el 15%.
Pero FIAT mantendría la infraestructura técnica a cambio de regalías.
El periodista Luis Majul, en su libro Los dueños de la Argentina, se pregunta si, en realidad, «¿se puede considerar al empresario italiano nacionalizado argentino un testaferro del legendario Giovanni Agnelli?»
El sistema ideado por Cavallo fue el eje de la transformación de la deuda externa privada en pública, de la nacionalización y licuación de la deuda de las empresas privadas pero, además, la generación de un mecanismo que fue utilizado por los empresarios para fraguar autopréstamos y, en definitiva, el motor de que la Argentina hubiera ingresado a la dictadura militar con una deuda externa de alrededor de ocho mil millones de dólares para salir de ella con más de cuarenta mil.
En la enumeración de razones que intentan probar su afirmación, Majul sostiene «los capitanes de FIAT que viven en la Argentina siempre tuvieron una gran influencia sobre Macri. Durante mucho tiempo Macri no tomó ninguna decisión sin consultar a Vittorio Ghidella, Cesare Romitti o el capo de tutti icappi, Agnelli».18 Y puntualiza además una serie de gerentes que se repiten en las empresas y los vínculos personales entre Macri y Agnelli.
Lo cierto es que luego de un año de management, Macri concretó finalmente la tenencia de FIAT SEVEL por un monto aproximado de ochenta millones de dólares, que financió la propia FIAT a bajo interés y con el compromiso de la central italiana de comprar una importante provisión de FIAT 128 de la producción argentina anualmente.
Ricardo Zinn fue el encargado de llevar adelante la reestructuración de FIAT SEVEL. Macri lo nombró director ejecutivo y capitalizó sus contactos y relaciones con el gobierno militar. «Macri estaba fascinado, lo consideraba un intelectual, no un empresario», suele recordar, no sin sorna, Jorge Blanco Villegas.
En un año, Zinn había cerrado dos de las cinco plantas, suspendido a quince mil obreros, y reducido de mil a cuatrocientos los proveedores de autopartes.
En el ínterin, Peugeot decidió retirarse de la compañía y para eso pagó ciento cincuenta millones de dólares que cubrieron inmediatamente las deudas y el déficit operativo de SEVEL. Pero nada alcanzaba a paliar la deuda de 170 millones de dólares que la empresa tenía con sus acreedores externos.
Entonces llegaría la negociación más importante.
Domingo Cavallo fue nombrado presidente del Banco Central, y desde allí llevó adelante la nacionalización de las deudas del sector privado.
El sistema ideado por Cavallo fue el eje de la transformación de la deuda externa privada en pública, de la nacionalización y licuación de la deuda de las empresas privadas pero, además, la generación de un mecanismo que fue utilizado por los empresarios para fraguar autopréstamos y, en definitiva, el motor de que la Argentina hubiera ingresado a la dictadura militar con una deuda externa de alrededor de ocho mil millones de dólares para salir de ella con más de cuarenta mil.
En diferentes investigaciones llevadas adelante una vez concluido el régimen militar, tanto en la auditoría del Banco Central como en el Congreso de la Nación y en diferentes causas judiciales que buscaron echar luz sobre el tema, se pudieron detectar múltiples maniobras llevadas adelante por las principales empresas endeudadas en ese momento, entre las que se encontraban las del grupo Macri, fundamentalmente agrupadas en SEVEL y SOCMA.
Macri y Zinn se reunieron varias veces personalmente con el futuro ministro para acordar los términos en que se encuadraría la deuda de FIAT SEVEL. (…) En algunas semanas, el grupo licuó deudas por casi setecientos millones de dólares.
Lo que se conoció como «seguro de cambio» puesto en marcha durante la gestión de Domingo Cavallo al frente del Banco Central fue una garantía por la cual, en medio de un proceso de devaluación continuo, el Estado garantizaba a las empresas que en el momento en que tuvieran que pagar deudas les otorgaría dólares al mismo valor del momento en que el crédito había sido contraído. Un antecedente de la pesificación de deudas al uno a uno: el Estado pagaba el dólar a su precio real mientras las empresas lo compraban a un precio varias veces inferior. Para esto, las empresas debían declarar sus pasivos al Banco Central.
Los Macri, junto al resto de los grupos económicos, se apresuraron a hacerlo.
Cuando en 1984 un grupo de investigación y auditoría formado por el primer titular del Banco Central, Enrique García Vázquez, intentó comprobar la veracidad de las deudas declaradas por las empresas, se encontró con varias dificultades y maniobras.
—Los bancos extranjeros que supuestamente habían otorgado los préstamos en muchos casos ni siquiera conocían a las empresas que se habían presentado ante el Banco Central reclamando dólares para pagar esos créditos.
—Algunos créditos tomados en el exterior eran en realidad autopréstamos.
Las empresas tomaban el crédito a valor dólar, el Estado argentino los pagaba o al menos garantizaba a valor dólar y ellos se lo devolvían al Estado argentino a valor peso.
—El destino de los fondos muchas veces no estaba dirigido a inversiones argentinas sino a paraísos fiscales. En otros casos las divisas nunca ingresaban al país.
Macri y Zinn se reunieron varias veces personalmente con el futuro ministro para acordar los términos en que se encuadraría la deuda de FIAT SEVEL. «La actitud de Cavallo fue expeditiva, sobre todo comparada con las complicaciones a veces insuperables que creaba el aparato burocrático del Estado», recuerda Franco Macri. En algunas semanas, el grupo licuó deudas por casi setecientos millones de dólares. FATE (en asociación con Madanes) por 225.562.000 millones de dólares; SOCMA por 148.578.000 millones y finalmente FIAT SEVEL por 170.578.000 millones de dólares.
En la investigación llevada adelante por el equipo del Banco Central luego del regreso del gobierno democrático, el caso de la deuda de la FIAT es tomado como uno de los casos paradigmáticos en que los empresarios utilizaron las disposiciones del Banco Central para licuar su deuda y darse autopréstamos con seguro de cambio mediante.
Entre la deuda financiera, producto de préstamos obtenidos en el exterior, y la deuda comercial, originada como consecuencia de importaciones, los Macri le endosaron al Estado algo más de trescientos millones de dólares de la deuda de sus empresas.
El 21 de diciembre de 1978, FIAT Concord modificó su objeto social, pasó de ser una automotriz a una empresa financiera y así centralizar los intereses del grupo FIAT en la Argentina. Durante el año siguiente, la empresa recibió dos préstamos del exterior por dos millones y medio de dólares, de la firma Marketing Management Services, de Panamá, una empresa del grupo FIAT. Los préstamos fueron aplicados a la integración de acciones de Fidemotor, otra empresa del Grupo FIAT, con pasaje de la propiedad accionaria de Fidemotor a la Marketing Management Services. Así, el 31 de diciembre de 1981, Marketing Management pasa a ser propietaria del 99,6% del capital de Fidemotor.
Luego de ese traspaso accionario, MMS condonó deudas a FIAT Concord por 897.844 dólares, y toda la operación fue encuadrada en la operatoria del Banco Central de seguros de cambio.
Una situación similar se dio con otra empresa fantasma creada por la FIAT para conseguir autopréstamos que luego quedaban como deuda pública para el Estado argentino. En diciembre de 1981 se constituyó ISIN S.A. con un capital de dos australes. El propietario era Cristiano Ratazzi. Unos días después de su creación, ISIN obtuvo un préstamo de IMPRESIT-SIDECO para ser utilizado en comprar acciones de la misma empresa. En marzo de 1982 obtuvo otro crédito, esta vez del Banco de Gottardo, Lugano, por 15.300.000 dólares, que también se usó para seguir comprando acciones de IMPRESIT-SIDECO. Tres meses después, todas las acciones compradas por ISIN fueron transferidas a FrancoMacri. Y dos meses más tarde, el Banco Gottardo cedió el crédito a cobrar a Cadocsa, una empresa pañamena integrante del grupo IMPRESIT International.
Todos estos autopréstamos hechos entre las empresas del mismo grupo pasaron a engrosar la deuda externa privada, y fueron contemplados en las disposiciones del Banco Central que Domingo Cavallo puso en marcha.
Es cierto que los estudios tanto del Banco Central como de la Comisión Investigadora de lavado de dinero que se formó en el año 2001 en la Cámara de Diputados dieron cuenta de maniobras similares a las del Grupo Macri y la empresa FIAT por lo menos en los 19 grupos empresarios más importantes del país en ese momento. Estas empresas conformaban el 37% de la deuda externa privada con pasivos que iban desde los 1.000 millones hasta los 96 millones. Entre la deuda financiera, producto de préstamos obtenidos en el exterior, y la deuda comercial, originada como consecuencia de importaciones, los Macri le endosaron al Estado algo más de trescientos millones de dólares de la deuda de sus empresas.

El final de Zinn
Dos años después, con la mitad del personal, las normas de regulación sindical flexibilizadas y la deuda nacionalizada, SEVEL debía comenzar a ser rentable.
Sin embargo, SEVEL mejoraba en ventas y en ganancias, de acuerdo con los balances, pero la empresa seguía siendo deficitaria. Zinn y Blanco Villegas lo atribuían a los autopréstamos que Macri se daba para otras inversiones a través de SIDECO y para sostener el proyecto inmobiliario que estaba intentando concretar en esos años en Manhattan, y que era en ese momento el centro de las aspiraciones y las inversiones del jefe del holding.
Las relaciones entre Zinn y Macri comenzaron a deteriorarse a partir de las desavenencias en la conducción del Banco de Italia y su posterior liquidación y cierre y se profundizaron cuando se opuso al proyecto inmobiliario en Nueva York. Macri se había instalado allí para llevar adelante las negociaciones y Zinn manejaba SEVEL casi como presidente en ejercicio.
En ese marco, se negó a que SEVEL siguiera financiando a SIDECO y apoyó al Chase Manhattan Bank cuando éste declaró poco rentable el proyecto de las torres LincolnWest Side. Fue entonces cuando, según el relato de Macri, intentó un take over de la empresa apoyado por su cuñado, Jorge Blanco Villegas.
«Un día recibí un llamado de la máxima dirección de la empresa.
(…) Zinn acaba de salir de la oficina después de decirnos que sería prudente para FIAT firmar un acuerdo con el management de SEVEL para sacarle a usted el control de la empresa». Macri sostiene también que «Zinn había tratado de convencerlos de que lo conveniente para SEVEL era firmar un contrato de management con él y Blanco Villegs para la conducción de la empresa por cinco años, con una remuneración importante y un fuerte premio en acciones para cada uno. Aseguraban que mi salud era precaria y que mis esfuerzos se inclinaban más hacia SIDECO.
Subestimaron mi capacidad de reacción, mi prestigio en juego frente a FIAT y mi frialdad para enfrentar las crisis».
La versión de Zinn en aquel momento —y que continuó dando Blanco Villegas luego de la misteriosa muerte del empresario en un accidente aeronáutico en la cordillera en los años noventa— era diferente.
Zinn y Blanco Villegas sostenían que Macri utilizaba SEVEL para financiar al resto de sus empresas y que en realidad podía hacerlo porque SEVEL vivía gracias a los préstamos a tasa baja que le daba FIAT y al dinero que inyectaba la automotriz italiana para prevenir una crisis. Si SEVEL quebraba, la última responsable de la indenmización de los obreros y el pago de las deudas seguía siendo la firma de Turín.
Según este relato, el viaje de Zinn a Turín en 1983 era efectivamente para solicitar en nombre de Franco un nuevo crédito, esta vez vendiendo una parte del paquete accionario a la casa matriz. Blanco Villegas y Zinn le propusieron a FIAT que les financiara la compra de esas acciones.
Zinn tenía en ese momento el 5% de las acciones, Macri el 75 y la FIAT, el 20. La oferta era por un paquete del 7% de las acciones, que Macri necesitaba en flujo líquido para invertir en el proyecto de Manhattan. Después del fracaso en Estados Unidos, Macri había tenido un infarto y estaba transfiriendo el control de las empresas a Mauricio. En ese contexto, Blanco Villegas y Zinn creyeron ver la oportunidad para quedarse con parte del manejo de SEVEL.
Mauricio y su hermano Gianfranco acompañaron a su padre a una reunión en el Hotel Copacabana de Río de Janeiro con la cúpula de FIAT.
No se conocieron nunca detalles de esa reunión pero, al terminar, el acuerdo Macri-Agnelli había sido ratificado.
Franco y Mauricio volvieron a Buenos Aires y se reunieron con Ricardo Zinn en el salón del directorio de SOCMA, sin otros testigos.
La «traición» de Zinn se resolvió casi sin palabras. Fue obligado a renunciar a la empresa en pocas horas. Debió vender sus acciones por un precio casi testimonial a Blanco Villegas, que fue nombrado vicepresidente.
Y desapareció de todas las reuniones y empresas en las que solía participar.
Ricardo Zinn volvería efímeramente a los primeros planos en la década del noventa, cuando fue designado en un alto puesto de asesoramiento para las privatizaciones de ENTel y Yacimientos Petrolíferos Fiscales. El presidente Carlos Menem apenas lo conocía, pero aceptó la decisión de Álvaro Alsogaray y su hija María Julia. Los Macri tenían intereses directos en las dos privatizaciones: en el caso de la telefónica, debía regularse la nueva licitación de la telefonía móvil, de la cual tenían exclusividad a través de Movicom. En el caso de YPF, aspiraban a quedarse con alguna de las áreas licitadas.
Durante una larga jornada de golf en su quinta Los Abrojos, Macri utilizó todos sus argumentos ante Carlos Menem para que Zinn no participara de esas privatizaciones. Un helicóptero de la empresa buscó al Presidente en la residencia de Olivos y lo llevó a la finca. Jugaron al golf todo el día y almorzaron a solas en la galería. Macri fue claro y contundente: quería a Zinn fuera del gobierno. Pero no logró imponer su voluntad sobre la del ingeniero Alsogaray y su hija, que formaban parte por entonces del núcleo privilegiado de las decisiones del poder.
La protección de los Alsogaray fue eficaz por poco tiempo. Como si los deseos de FrancoMacri fueran una maldición inapelable, Zinn murió unos meses después en un inexplicable accidente aeronáutico.
Una apacible mañana de cielo celeste y cristalino, Zinn volaba junto al entonces presidente de YPF, José Estenssoro, hacia Bolivia. El avión, moderno y equipado con la más alta tecnología, piloteado por expertos y conocedores del terreno, explotó de pronto en el aire al chocar contra la cumbre de un cerro en Quito. No hubo sobrevivientes del extraño accidente, en el que desapareció para siempre el hombre que había traicionado a Franco Macri.
«Un hombre honesto, transparente… tengo un muy buen recuerdo de él», susurra hoy con contrición Franco Macri mientras se persigna, como cada vez que habla de aquellos que ya no están.


Capítulo Il Capo
En los primeros años de la década del setenta, los hermanos Macri, Franco y Antonio (Tonino), se lanzaron a la conquista del poder mundial.
Se sentían finalmente parte del grupo de aquellos pocos que se mueven por igual entre el palacio y las iglesias, el jet set, la mafia, los presidentes o simplemente los millonarios.
Macri había dado el gran salto en su carrera empresaria asociándose a la constructora de la FIAT y dando origen a IMPRESIT-SIDECO, que se convirtió en poco tiempo en una de las principales empresas contratistas del Estado.
«Siempre me propuse objetivos y los fui cumpliendo. Primero me planteé ser contratista hasta tener un equipo de gente capaz. Y después, crecer hasta ser una empresa constructora que pudiera calificar en las licitaciones, que era muy difícil. En Mar del Plata gané una obra para hacer los silos y el muelle. Eso lo hice con DEMACO, una empresa que mantuve durante mucho tiempo. La sigla significa De Ambrosi, Macri y Compañía. De Ambrosi era quien puso el capital. Con aquella sociedad comenzó a aplicarse mi concepto, el de asociarme con el capital y la tecnología, pero sin perder yo el control del negocio. Aquella obra podría haber sido mi tumba, pero fue lo que preví: mi ingreso al mercado de las licitaciones. Conseguí terminar la obra, sacarla a flote, no perdí plata pero probé mis hombres, mi estructura, mi capacidad, y por fin pude seguir la trayectoria normal de una empresa de licitar, ganar obras y hacerlas. En una de las crisis, cuando mi socio decidió retirarse, convencí a la FIAT, que entonces tenía una empresa constructora importante, para que me apoyara y entonces formamos Silos, DEMACO y Compañía, es decir SIDECO. La sociedad se hizo con el 51% para FIAT y el 49% para mí.»6
El relato de Franco Macri explica uno de los nudos de la forma de crecimiento y expansión de las empresas de la Familia en la Argentina.
Los paralelismos que durante años se tejieron entre los Macri y los Agnelli no fueron producto de fantasías o deseos de los involucrados.
IMPRESIT-SIDECO es desde sus orígenes una de las empresas de la poderosa familia italiana que se preciaba de «cogobernar» la península, y que estuvo implicada en casi todos los escándalos de corrupción develados en ese país, desde las listas de Licio Gelli y la P2, a las negociaciones y tráfico de armas con países de Medio Oriente como Libia durante la guerra de Malvinas y finalmente el escándalo que desató la causa judicial mani pulite en que se investigó el financiamiento de la política italiana durante la década del ochenta y que concluyó con el presidente de la FIAT, Cesare Romitti, condenado por «falsificación de balances, fraude fiscal y financiamiento ilegal de los partidos políticos».
La idea de la empresa como un Estado paralelo está en el origen mismo de la FIAT.
Fábrica Italiana de Automotores de Turín, FIAT, es también la palabra mágica con que se inauguran las sesiones de las logias masónicas y podría traducirse como «hágase la luz».
La empresa fue fundada en 1899 por el senador y terrateniente turinés Giovanni Agnelli como una escudería familiar especializada en autos de carrera. Pero luego de las guerras mundiales, importaron la tecnología Ford de producción en serie y se convirtieron en el motor italiano de la reconstrucción industrial de Europa. En algunos años, la FIAT había construido una verdadera ciudad industrial en Turín, era dueña de la Juventus, el equipo de fútbol, y del diario Corriere della Sera; controlaban la compañía de camiones Iveco, la de aviación FIATavio, la de construcción Impregilio y la poderosa y glamorosa escudería Ferrari.
Fue Edoardo, el hijo de Giovanni, quien vinculó a la familia con la nobleza italiana casándose con la princesa Donna Virginia Bourbon del Monte. Pero no logró hacerse cargo del imperio porque murió en un accidente de aviación. La herencia quedó entonces a cargo del nieto, Gianni, el Avvocato, el «rey de la Italia republicana», il Cappo, que llevaría la empresa a límites insospechados. Había pasado su juventud fomentado relaciones con la nobleza y el jet set en la Costa Azul, convencido de que tardaría en ser nombrado al frente de las empresas. Pero la muerte de su padre lo sorprendió y debió hacerse cargo del emporio.
Brillante, seductor, icono de la moda italiana y ejemplo del bon vivant de finales de la década del sesenta, supo ser al mismo tiempo un hombre del poder neoyorkino por su amistad con los Kennedy y los Rockefeller, mientras hacía acuerdos con el régimen comunista en la Unión Soviética en plena Guerra Fría. Así nació Lada, que reconstruyó la poderosa industria automotriz de ese país. Con la misma amplitud, apoyó a la socialdemocracia en su país y acordó con Francisco Franco en España la creación de Seat.
Agnelli era el vértice de un triángulo que unía el Palacio del Quirinale con la Banca y el Palacio del Vaticano; pero también a la nobleza con la industria, al jet set con la política y a las logias masónicas con la mafia. Fue capaz de coquetear con la izquierda pero también encabezar una marcha de cuarenta mil trabajadores para romper una huelga que quebró definitivamente al poderoso movimiento obrero italiano. Logró que la política impositiva y de comercio de Italia se acomodara a su empresa y no dudó en tejer acuerdos con los países árabes y sus enemigos al mismo tiempo. Sus empresas terminaron involucradas en el escándalo de la Logia P2, en las investigaciones por las vinculaciones con la mafia siciliana, en el mani pulite y la Tangente italiana y también en pagos de sobornos por parte de la Juventus para ascender en el campeonato de fútbol.
Pero la saga familiar supo también de tragedias y dramas que le impidieron legar la empresa a su hijo y lo llevaron a morir viendo lo que para un imperio familiar es el final: la disputa entre sus herederos por la fortuna, mientras nadie quiere conducir el emporio.
Su hijo Edoardo, su primogénito nacido y criado para ser el heredero, renegó de la familia desde su juventud. Abandonó los estudios en
la Universidad de Princeton para estudiar religión, marchó a India y a Irán donde se convirtió en un fundamentalista musulmán. En 1990 fue acusado en Kenia por la posesión de heroína y Gianni decidió entonces desheredarlo. Nombró a su sobrino Giovanni, «il Giannino», de apenas catorce años, como futuro presidente del emporio. Se nombró su tutor y comenzó a educarlo en management para que se hiciera cargo apenas él decidiera retirarse.
Abatido y deprimido, Edoardo se suicidó tirándose por el viaducto de un tren en noviembre de 2000. Cuando llegó la policía, encontró a
Gianni arrodillado llorando junto al cuerpo de su hijo.
Tres meses después, el Avocato festejó sus ochenta años con una monumental fiesta en París donde no faltó nadie del jet set internacional.
Desde Henry Kissinger hasta las actrices italianas, el futbolista francés Michel Platini y los banqueros más ricos del mundo.
Pero «el Giannino» no llegó a hacerse cargo de la empresa. Un fulminante cáncer de estómago lo mató antes de los treinta años. Tras la muerte de Gianni, la FIAT quedaría finalmente a cargo de John Eikkan, un sobrino neoyorkino de Gianni, hijo de su hermano Umberto. John era el quinto en la línea de sucesión, pero sus dos hermanos mayores murieron a poco de nacer; su hermano Giovannino murió de cáncer de estómago y su hermano Lappo terminó internado luego de haber sobrevivido a una sobredosis de heroína.
El fantasma de la tragedia de la saga de los Agnelli acompañó la educación de Mauricio, y la obsesión de Franco por la consolidación de la empresa y la Familia.
—¿Usted siente que su fracaso en transmitirle la herencia de la empresa a Mauricio puede compararse a la situación de los Agnelli, en
la que nadie pudo heredar a Gianni?
—El tema de las empresas familiares es muy difícil, en todo el mundo.Casi nunca cuando desaparece el fundador ha habido transiciones tranquilas. En Italia tampoco, eso que hay una tradición de management y los funcionarios de las empresas son los que realmente las manejan.En mi caso, tal vez el problema es que yo además de ser el fundador, el accionista, el presidente, fui también el gerente general…
—Pero usted lo preparó a Mauricio para que lo heredara.
—Yo hubiera querido que me acompañara, no hubiera querido que fuera político…pero lamentablemente, él no quiso…Tal vez sea un problema de herencia. Mi padre fue un político y un empresario, yo fui empresario y ahora el nieto quiere ser político.7
La asociación entre la empresa constructora de los Agnelli, IMPRESIT, y la de los Macri, SIDECO —que devendría años después en la compra de la FIAT en Argentina por parte de los Macri—, fue el camino por el cual transitó la historia de la Familia y sus negocios; la forma de vinculación con los gobiernos de Italia y la Argentina durante décadas; la puerta a las grandes contrataciones del Estado pero también a la patria financiera; el escenario donde comenzarían a aparecer personajes como Licio Gelli y la Logia Propaganda Due; José López Rega, los militares y los negocios con Libia. Pero también los sueños de glamour, el ingreso al jet set internacional y la posibilidad de llevar a la Familia a la cima del poder mundial. Era la unión del Avvocato con el Ingenieri. Era, en definitiva, el adiós al inmigrante, al albañil, al constructor.

La patria contratista
«La asociación con FIAT fue determinante para nuestro futuro», admite Macri en su autobiografía.
Desde los primeros años de la década del sesenta, la empresa italiana era ya contratista o subcontratista del Estado en la construcción de más de tres mil kilómetros de caminos, puertos, viviendas, plantas industriales.
Pero el gran salto llegaría con el ingreso de IMPRESIT-SIDECO a los proyectos de centrales termoeléctricas y a los desarrollos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA).
Durante el gobierno de Juan Carlos Onganía, se decidió la construcción de la primera central nuclear argentina y de América del Sur,
sobre la base de un reactor alimentado con uranio natural y moderado con agua pesada. El mismo decreto que estableció las condiciones de la construcción garantizaba quién ganaría la licitación: el emprendimiento se tenía que llevar adelante con tecnología que sólo la alemana SIEMENS contaba.
El auditor de IMPRESIT SIDECO, Alfredo Lisdero, era un viejo amigo y socio de Von Buch, el representante de SIEMENS en la Argentina.
En su casa de Punta Chica, Lisdero organizó largas cenas y partidas de bridge que sirvieron para que los Macri se asociaran con la empresa alemana en la construcción de la central. Fueron los equipos de Macri los encargados de redactar los contratos de formación de las unidades operativas y la presentación que debían hacer para ganar la licitación.
SIEMENS lideró el proyecto en cuanto al desarrollo tecnológico e informático, mientras que las obras civiles quedaron a cargo de IMPRESIT SIDECO y FIAT Concord.
La CNEA era un área privilegiada por los gobiernosmilitares que, alentados por los avances en Brasil, comenzaron a poner el desarrollo nuclear no sólo ya como una meta para la generación de energía eléctrica sino también como parte de los planes de estrategia y defensa nacional.
Macri y Lisdero formaban parte de las decisiones de la CNEA y así ganaron sucesivas licitaciones para el diseño de plantas, electroingeniería y construcciones diversas. El contraalmirante Oscar Armando Quihillat —quien iba a presidir casi ininterrumpidamente la CNEA desde 1956 hasta 1973— era un habitual huésped de FrancoMacri en su quinta de Los Nogales. A partir de esa relación, los Macri accedieron también a hacerse cargo de la construcción de la planta nuclear de Río Tercero,
en una sociedad con la empresa canadiense AECL y la italiana Italimpianti y llegarían finalmente a quedarse con las dos obras mayores en represas hidroeléctricas: Urugua-í y el «monumento a la corrupción» Yacyretá, ganada en una tortuosa competencia con empresas francesas durante la dictadura militar.
El crecimiento de las empresas y sus contratos con el Estado durante los gobiernos de Onganía y Lanusse no fueron óbice sin embargo para que se sumaran con entusiasmo al gobierno peronista.
El levantamiento popular ocurrido en Córdoba en 1969, donde los obreros de las plantas automotrices tuvieron un rol central, fue un golpe para la confianza de los empresarios automotrices en la capacidad de control de los militares. «Muchos empresarios y analistas políticos estaban convencidos —recuerda Franco Macri— de que las fábricas de autos habían garantizado cierta paz laboral gracias al “divide y vencerás”. A diferencia de otras industrias, existía una competencia real entre los dos principales sindicatos: la Unión Obrera Metalúrgica y el SMATA, Sindicato de Mecánicos y Afines del Transporte Automotor. FIAT, además, que poseía dos plantas en Córdoba, había logrado tener sindicatos propios, convencidos de que siendo independientes podían ser más objetivos y profesionales».
La revuelta popular los convenció de la inexorabilidad del regreso del peronismo al poder y los puso rápidamente en la tarea de tratar de
acercarse al nuevo gobierno.
La lección de “El Cordobazo” había sido un duro golpe para las automotrices.
Unos años después ocurrió el secuestro y asesinato de Oberdan Sallustro, y el intento de secuestro de Luchino Revelli Beaumont.
Los popes de la FIAT ya formaban junto a Licio Gelli parte de la Alianza Anticomunista Internacional que, apoyada por las centrales de Inteligencia de los Estados Unidos, se aprestaba a combatir al comunismo en cualquier país del mundo occidental.
Argentina, y el peronismo en particular, eran en ese momento campo de batalla de esas visiones enfrentadas del mundo. La FIAT, como en su inmensa mayoría el establishment argentino, los militares y buena parte del sindicalismo, decidió alinearse claramente junto a los sectores protegidos por José López Rega para condicionar el regreso de Juan Perón y aislar a los sectores más cercanos a la juventud de izquierda y al sindicalismo radicalizado.
Juan Domingo Perón partió de regreso de su exilio hacia la Argentina en un avión de Alitalia fletado por la automotriz italiana. El encargado de relaciones internacionales de la FIAT, Luchino Revelli Beamount, viajaba junto a él.

El Brujo y Licio Gelli
El regreso del peronismo al poder encontró a losMacri en el apogeo de la construcción de vínculos entre su empresa y el Estado.
Franco estaba tan convencido de que había comenzando a formar parte de la conducción del país que apostó sin dudarlo: tramitó la ciudadanía argentina y, como prueba de su decisión de ir por la conducción política y económica del país, renunció a la italiana.
Aunque ellos eran todavía los «hermanos menores» del grupo FIAT, tanto por la facturación de sus empresas como por sus relaciones, se sentían parte. El entramado de la FIAT, la Logia P2 y las empresas constructoras que habían comenzado a copar la intimidad de Juan Perón en Puerta de Hierro a través de la relación entre Licio Gelli y José López Rega —pero también de la amistad que había construido el «canciller» de la FIAT, Luchino Revelli Beamount, con Juan Perón— los fascinaba y los involucraba.
«Jamás mi padre estuvo con esos personajes», sostiene Mauricio Macri. «Es una fábula», repite. «Yo nunca los vi».
El mismo Franco Macri intentó varias veces negar en medio de contradicciones esas relaciones que comenzaron a conocerse en el momento del regreso de la democracia. «Nunca conocí a Licio Gelli y menos fui su amigo. Si me preguntan exactamente quién era, haría un papelón porque no forma parte de mis recuerdos y menos de una relación directa.
No se olviden que no fui ni soy un político», respondió Franco Macri en una entrevista con la autora.
«Un buon’ uomo», respondió Licio Gelli desde la Villa en que se encuentra recluido en el norte de Italia. Gelli fue entrevistado para este
libro por el periodista Damián Nabot, experto en las vinculaciones de la Logia P2 con la Argentina. El ex capo de la P2 confirmó que mantuvo una relación de años con FrancoMacri, que llegó a conocerlo bien y que guarda de él un buen recuerdo. «Un hombre decente, muy inteligente y muy capaz», sostuvo con su voz grave y cansada Licio Gelli.8
Celestino Rodrigo y Ricardo Zinn habían comenzado a trabajar en equipo en el Ministerio de Bienestar Social que comandaba José López
Rega. Rodrigo era subsecretario de Seguridad Social pero, sobre todo, se dedicaba a coordinar la Unidad Operativa del Proyecto Libio. En plena crisis del petróleo, López Rega pretendía un acuerdo con Trípoli para un libre tráfico de armas y petróleo con Argentina a cambio del apoyo político del gobierno a Muamar Kadafi.
Esas negociaciones reunían intereses de los italianos ligados a la familia Agnelli, Licio Gelli y los hombres de negocios de la Logia Propaganda Dos y, en la Argentina, de los Ratazzi y los Macri.
Entre 1973 y 1974, López Rega viajó dos veces a Trípoli acompañado por Rodrigo y Zinn. Un pormenorizado relato de estos viajes se encuentra en la biografía de Marcelo Larraquy acerca de José López Rega.9
Además de los aspectos más publicitados del proyecto que tenía relación con las inversiones libias en la Argentina y la exportación de fragatas, «preveía la construcción bajo licencia argentina de cuatro submarinos, cañones, ametralladoras, fusiles FAL y otras municiones para equipar al ejército libio, frente a la hipótesis de conflicto con Israel».10
Los Macri y los Ratazzi participaban claramente en dos diferentes andariveles del acuerdo. Por un lado, el convenio público preveía que
las empresas argentinas construirían viviendas por doscientos millones de dólares en Libia, proyecto en que participaba SIDECO, la constructora del grupo. Por otro, una claúsula secreta comenzaba las tratativas para la construcción de un misil en la Argentina, el proyecto Cóndor.
Zinn era un interlocutor privilegiado en estas negociaciones y oficiaba a la vez de nexo de los empresarios con López Rega y los miembros de la Logia P2. Un poco después, fue el segundo de Celestino Rodrigo en el Ministerio de Economía que implementó el «rodrigazo» y, como ya se mencionó, para muchos el verdadero autor intelectual del programa de medidas económicas que abrió el camino a la dictadura militar.
Pero, además, ocupó en ese momento en nombre de la familiaMacri la dirección general del Banco de Italia, que terminó quebrando en medio de un escándalo financiero diez años después. Y facilitó desde allí el ingreso del Banco Ambrosiano a la Argentina, bajo la dirección de Aldo Alassia. El Banco era propiedad del milanés Roberto Calvi, que aparecería ahorcado en el puente Blackfriar, sobre el río Támesis, en el este de Londres, como parte del escándalo de investigación de los negocios de la logia Propaganda Due.
El acuerdo se selló en el imponente despacho de José López Rega en el Ministerio de Bienestar Social. Los Macri se harían cargo de uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno: la construcción de veinte mil viviendas sociales. Franco y Antonio Macri; el secretario de Vivienda, Juan Carlos Basile; el diputado y secretario general de la Unión Obrera de la Construcción, Miguel Ángel Davico, y el mismo López Rega firmaron el compromiso.
«Licio Gelli tenía mucho poder, y les abría las puertas en Italia. Ellos lo habían conocido a través de los Agnelli y los Ratazzi. Todos pasaban por mi oficina. O se juntaban con López Rega a hablar de esoterismo, esos temas que a él le gustaban…Se pasaban el día en elMinisterio, conmigo y con López Rega, estaban muy comprometidos con el gobierno…por eso después nos pareció tan ingrato cuando tuvimos que irnos y ellos rápidamente se comprometieron con los militares.» El recuerdo es de Juan Carlos Basile, secretario de Vivienda y presidente del Banco Hipotecario durante la gestión de José López Rega.
Según Basile, Gelli era el encargado de acercar las empresas italianas y libias. A veces, dice, llegaban junto con el almirante Emilio Massera.
«López Rega le decía: Cómo puede ser que venga así, con los zapatos sucios… si lo llega a ver el General». Los Macri llegaban en nombre
de su constructora pero también de Imperiggio «que era de la mafia italiana», según Basile, «pasaban y saludaban, charlaban con López de cosas esotéricas, después venía otro y cerraba los negocios».
Entre 1973 y 1976,Macri compró Supercemento y Dycasa, dos empresas constructoras que hasta ese momento pertenecían al Grupo Vianini; adquirió el paquete accionario del Banco de Italia y Río de la Plata. Asociado con Manuel Madanes formó ALUAR para la construcción de la planta de aluminio y el puente en Puerto Madryn y se preparó con Impregillio para presentarse en la licitación de la mayor obra hidroeléctrica de Sudamérica, anunciada por el gobierno de Isabel Perón, la represa de Yacyretá.
Pero no se diversificó sólo en las contrataciones con el Estado. También en tiempo récord le compró a la Municipalidad de la ciudad los
terrenos lindantes con el puerto de Buenos Aires y comenzó la construcción de los edificios de Catalinas.
Durante años, los emprendedores inmobiliarios, los urbanistas y las autoridades municipales habían discutido qué hacer con los terrenos lindantes con la estación Retiro y la City, que ocupaba por entonces un Parque de Diversiones conocido como el Parque Japonés. Macri no participó de la discusión: compró los terrenos desde la avenida 9 de Julio hasta el puerto y comenzó allí un emprendimiento inmobiliario que tuvo como uno de sus emblemas el «rulero» en Carlos Pellegrini y Libertador y, en el otro extremo, los edificios de Catalinas Norte.
Semejante explosión en las empresas, y diversificación, lo llevaron a constituir y presentar en sociedad SOCMA, el primer holding de la Argentina, ideado por Jorge Haieck y presentado el 1º de enero de 1976.Macri dejaba atrás a sus viejos socios constructores en DEMACO y aspiraba a convertirse en un empresario multipropósito, con empresas que cotizaran en bolsa y con actividad financiera.
Pero el gobierno peronista fue mucho más corto de lo que todo el país, incluso los empresarios, preveían. Apenas estaban firmando los contratos para las grandes obras en las centrales nucleares o los acuerdos con Libia para la construcción de viviendas en ese país, cuando se produjo el golpe militar del 24 de marzo de 1976.
Aquellas primeras semanas después de la irrupción de los militares, en medio de los secuestros y las desapariciones, las calles despobladas y la persecución a la población civil, un grupo de obreros de SIDECO seguía trabajando en un enorme pozo en medio de la avenida 9 de Julio. Hasta que llegó la orden de desalojarlo porque el gobierno militar había decidido bombardearlo.
Era el lugar en que se levantaría El Altar de la Patria, la faraónica obra planificada por José López Rega para llevar los restos de Eva Duarte y de Juan Perón. Un monumento que pretendía emular a Les Invalides —la tumba de Napoleón— en París, que contaría con 25 pisos y que se levantaría en pleno corazón de Buenos Aires.
«López Rega y Licio Gelli se reunieron directamente con Franco Macri, sin ningún intermediario, para darle las indicaciones de la obra…», recuerda el entonces secretario Basile. «Nunca la terminaron. Pero los militares les pagaron igual todo el contrato.»

Una empresa muy particular
Un país diferente, todo optimismo, actividad febril, entusiasmo, se vivía apenas se ingresaba al edificio de SOCMA.
Afuera, la dictadura militar había sumido a la Argentina en la represión, el miedo, el caos económico. Pero las empresas de la familia Macri tomaban empleados, sus gerentes viajaban por el mundo y todos proyectaban y planificaban nuevas y mejores vidas de la mano de los negocios que se sucedían con los jerarcas militares.
La transición apenas se había notado. Franco y Antonio habían construido a través de López Rega y Licio Gelli una buena relación con los hombres de la Marina liderados por Emilio Eduardo Massera y el secretario general de la Marina, el almirante Eduardo Fracassi. A través del sindicalista Diego Ibáñez, el hombre con quien sus gerentes en las empresas petroleras negociaban los acuerdos laborales, comenzó a frecuentar a Guillermo Suárez Mason, interventor en Yacimientos Petrolíferos Fiscales.
Los dos militares formaban parte de la Logia Propaganda Due y fueron parte de los negocios de tráfico de armas que se concretaron
muchas veces en las habitaciones del hotel Excelsior en Roma.
Las vinculaciones de los italianos con la Logia P2 y los militares fueron aún más notorias y públicas que con el gobierno peronista. Formaban parte del gobierno y las tertulias por igual y en poco tiempo estaban a cargo de las áreas centrales del Estado.
Punta del Este pasó a ser un lugar de encuentro habitual, donde forjaron al mismo tiempo amistades y negocios. Los Macri habían construido allí el complejoManantiales, donde la familia pasaba muchos fines de semana y todo el verano. Pero el punto central de reunión eran el chalet La Azotea del Cantegrill Country Club de Punta del Este, propiedad del diplomático argentino Benito Llambí, o la mansión de Umberto Ortolani, uno de los dueños del Banco Ambrosiano, segundo de la P2 y embajador de la Orden de Malta en Uruguay. Las cenas, fiestas y partidas de bridge solían reunir a Massera, Suárez Mason, Jorge Albano Harguindeguy, los políticos y sindicalistas que habían acordado su libertad y sus negocios con el gobierno militar, los miembros del gobierno militar uruguayo y empresarios y banqueros de los dos países.
Mauricio, el hijo de Licio Gelli, estaba a cargo de la zona rioplatense de las actividades y negocios de la P2. Una de sus primeras tareas fue lanzar la filial argentina de la Logia. Decidió llamarla PRO Argentina.
Los negocios cruzaban los nombres de miembros de la P2, empresarios argentinos e italianos y militares. Gelli afilió a la P2 al empresario italiano Lucien Sicuori y sólo unos meses después Sicuori ganó la licitación del contrato para la realización de la Central Nuclear Córdoba.

En asociación con SIDECO.
La metalúrgica italiana Condotte llegó a la Argentina para asociarse con losMacri en un importante negocio ferroviario. De la mano de Licio Gelli.
En medio de las reuniones y negociaciones entre Macri, Diego Ibáñez, Licio Gelli y Suárez Mason, la deuda externa de la petrolera YPF
aumentó cinco mil millones de dólares. Claro que no estuvo ajeno a estas reuniones el empresario Carlos Bulgheroni, dueño de la petrolera Bridas.
Massera intentó a través de Antonio Macri y Licio Gelli una compra de equipamiento para fragatas a la empresa italiana Otto Mellara
por catorce millones de dólares, salteando al representante de la empresa en la Argentina, que fue quien finalmente dio a conocer la
negociación.

Camino al éxito
La historia de los negocios llevados adelante por las empresas de la Familia durante los años del gobierno militar, pero también algunas anécdotas relatadas por los participantes mismos, dan cuenta de una realidad ineludible.
Entre los primeros, sin duda los hechos más importantes y paradigmáticos son: —la compra del Banco de Italia y Río de la Plata y su vinculación luego con el Banco Ambrosiano, parte del escándalo de la P2, y la Banca Nazionale del Lavoro, involucrada en la Tangente italiana.
—la participación en la licitación de la represa Yacyretá de la mano de las empresas italianas mencionadas reiteradamente en las investigaciones llevadas adelante en Italia sobre la P2 y la vinculación de las empresas constructoras con la mafia.
—el acuerdo con la dictadura paraguaya para la construcción del Puente Posadas-Encarnación, gracias a la mediación del almirante Emilio Eduardo Massera.
—la construcción de la Central Termoeléctrica de Río Tercero y de la Central Termoeléctrica de Luján de Cuyo, decididas junto a Guillermo Suárez Mason.
—el contrato con laMunicipalidad de la Ciudad de Buenos Aires para la recolección de residuos, a través de la creación de la empresa MANLIBA, acordado con el brigadier Osvaldo Cacciatore.
Además de las contrataciones y adjudicaciones de obras privilegiadas durante la dictadura militar, el grupo se benefició con las decisiones macroeconómicas más importantes:
—la estatización de la deuda externa privada del grupo en 1982 por 170 millones de dólares.
—el acceso a 55 millones de dólares en concepto de distintos regímenes de promoción industrial vigente.
Con la llegada del gobierno peronista al poder, en 1973, el grupo contaba con siete empresas. Finalizada la dictadura militar, el holding estaba compuesto por 47 empresas.
«El dólar estaba mejor que con la convertibilidad…y acá había inflación, así que lo mejor era llevar esa plata afuera», explica con espíritu
empresario Mauricio Macri en su despacho de la Casa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires veinte años después.
Entre otros negocios no vinculados con el Estado, Macri compró el 70% de la fábrica de electrodomésticos Philco y con esa operación terminó asociado con los japoneses de Nec.
El grupo comenzó a expandirse entonces por los países latinoamericanos: caminos en Colombia, una planta nuclear en Perú y una represa en Bolivia.
Con los beneficios de la «plata dulce» a otra escala que el ciudadano común, compraron terrenos y edificios en todo el continente.
En Venezuela, donde el boom del petróleo continuaba convirtiéndola en un importante mercado inmobiliario, a través del entonces intendente Diego Arría, amigo personal de Giani Agnelli que ofició de nexo para el encuentro, montaron una planta de producción de casas prefabricadas y levantaron un barrio privado en las afueras de Caracas.
Macri compró varios edificios en México, una isla en la costa de Puerto Paratí, Brasil, para construir un centro de vacaciones, y cinco
terrenos en los lugares más cotizados de Nueva York para emprendimientos inmobiliarios.
El diseño del holding y la adecuación de la ingeniería empresaria, de recursos, flujo financiero y personal para organizar las diversas y crecientes empresas en un conglomerado fue obra de Jorge Haieck.
Haieck acercó a Ricardo Zinn al grupo y también a los jóvenes peronistas de la Fundación País. Los «jóvenes brillantes» como los llamaba Franco Macri. «Los montoneros de Macri», como los llamaba la derecha peronista. Lo cierto es que, lejos de ser montoneros o de la izquierda revolucionaria, los jóvenes que fueron cotratados por Haieck formaban parte en su mayoría de lo que habían sido los Comandos Tecnológicos de Julián Licastro.
Pero en una confusa paradoja típica de la Argentina de los setenta, donde las relaciones humanas, la necesidad de trabajo y hasta la naturalización de algunas situaciones como la connivencia entre civiles y militares, SOCMA fue el lugar de trabajo de muchos cuadros técnicos, políticos, economistas, que habían militado en la izquierda peronista o que, incluso, recalaron allí luego de regresar del exilio en países latinoamericanos como Venezuela.
Carlos Grosso, José Manuel de la Sota y José Octavio Bordón son los más mentados, por los lugares que ocuparon luego en la política
nacional. Pero la estructura de la empresa contó con ingenieros, economistas, arquitectos de renombre y de reconocida militancia política que encontraron allí su medio de sustento hasta el regreso de la democracia.
Militantes revolucionarios o peronistas recién llegados del exilio en Venezuela escuchaban azorados a los gerentes del grupo usar argumentos contra las empresas francesas que competían por la licitación de Yacyretá aduciendo su cercanía con el gobierno europeo que estaba «al frente de la campaña antiargentina». Más de uno recuerda todavía con asombro que Enrique Fowgill escribió en un despacho de SOCMA su genial novela Los Pichiciegos, una tenaz denuncia de la locura militar durante la Guerra de Malvinas en el mismo momento en que la empresa negociaba con Italia la triangulación de armamento bélico.

La patria financiera
En medio de la convulsionada Argentina de principios de 1975, cuando se sucedían los ministros de Economía, las amenazas militares
y la inestabilidad política y financiera, Franco Macri decidió convertirse en banquero. En algunos meses, había roto la sociedad histórica con su hermano Antonio y su primer socio, Juan Carlos Vivo, terminando con DEMACO.
Jorge Haieck trabajaba en la constitución del holding y la sociedad con la FIAT marchaba a paso raudo. Al emporio le faltaba una pata financiera.
El Banco de Italia y Río de la Plata había sido creado en 1872 por un grupo de empresarios inmigrantes y se había constituido en el lugar
por excelencia de ahorro y préstamo de los descendientes italianos. Una de sus sedes más populosas, en el barrio de la Boca, fue el punto de encuentro y referencia de los obreros y trabajadores que enviaban dinero a sus familias en Italia, o que lo recibían de allí, de acuerdo con los vaivenes políticos y económicos de los dos países.
El Banco estaba administrado en los setenta por la familiaGotelli, que lo manejaba a pesar de tener un porcentaje minoritario de las acciones.
Otro de los socios, el grupo francés Sudameris, había decidido vender su parte, y la propuesta llegó venturosamente a oídos de Franco Macri.
Celestino Rodrigo era fugazmente ministro de Economía, pero ya se anticipaba lo que vendría en materia económica y financiera. Ricardo Zinn había comenzado a trabajar en la Ley de Entidades Financieras, que terminaría promulgando José Alfredo Martínez de Hoz un año más tarde y que permitiría la burbuja financiera ficticia, al habilitar al mercado a fijar sus tasas de interés y el tipo de cambio, y crear entidades financieras ficticias con garantía del Estado.
Macri eligió como socios en su emprendimiento a quienes serían desde entonces y para siempre sus hombres de mayor confianza: Alfredo Lisdero, jefe de un estudio jurídico que había oficiado de síndico de FIAT y SIDECO, y Eduardo Mayer, un conocido financista dueño de empresas de seguros como La Estrella y Juncal.
La manera en que quedaron a cargo del Banco fue sorprendente y poco clara y, para muchos en el mundo de los banqueros, un clásico
ejemplo de take over empresario.
Mayer había tenido una importante cantidad de acciones en el Banco y había intentado la misma maniobra algunos años antes, pero había fracasado cuando fue descubierto por el grupo mayoritario. Esta vez, sumaron a la empresa a José Bartolucci, a quien Macri describe como «un simpático millonario que había hecho dinero con la industria farmaceútica» y con el know how de Lisdero y Zinn marcharon a París a comprar el 20% de las acciones en manos de Sudameris. De regreso en Buenos Aires, acordaron con la familia Gotelli que se quedarían con el control del Banco, desplazando al resto de los accionistas.
En una asamblea general en la que no estuvo ausente la sorpresa y el estupor, los pequeños accionistas vieron cómo se hacía cargo del Banco el nuevo grupo empresario dejando en la presidencia al anciano Luis Gotelli pero repartiendo todo el poder real entre los vicepresidentes Eduardo Mayer y Franco Macri y el nuevo director general, el desconocido Ricardo Zinn.
En algunos meses, el nuevo grupo fue comprando las acciones de los accionistas minoritarios y llevó adelante una transformación total del Banco, que comenzó a ser utilizado para otorgar créditos a las empresas del grupo accionista. Bartolucci fue el primero en pagar las consecuencias: después de haber obtenido créditos millonarios del Banco, se declaró insolvente. Zinn lo obligó entonces a vender sus acciones, que fueron compradas por Mayer y Gotelli, que quedaron así junto a Macri en el control total del Banco.
La reforma financiera y cambiaria impulsada por Martínez de Hoz fue la plataforma sobre la cual se produjo el vaciamiento del Banco en
apenas tres años. El Banco le otorgaba créditos a las empresas de los accionistas, como SIDECO, Juncal, Alpargatas, que luego eran girados por éstas a paraísos fiscales o, en el caso de Macri, utilizados para inversiones inmobiliarias en el exterior.
Una pelea con sus socios y «el consejo insistente del gobierno de turno de retirarme del sector bancario» convencieron a FranciscoMacri
de vender sus acciones y llevarse a Zinn a concentrar sus esfuerzos en los proyectos faraónicos que tenía por entonces en marcha: las torres en Manhattan y la compra de FIAT-SEVEL.
Cuatro años después, durante el gobierno radical, estalló finalmente el escándalo del Banco de Italia. El Banco había alcanzado una pérdida de casi diez millones de dólares y pidió el auxilio del Banco Central, que lo rechazó provocando el colapso de la institución. Pero apenas los síndicos y jueces comenzaron a investigar, descubrieron la sucesión de operaciones turbias que se habían desencadenado a partir de 1975.
Las ramificaciones del escándalo no iban a estar ajenas a seguir la ruta del dinero por el BCCI del magnate árabe Gaith Pharaon, investigado por la Comisión sobre el lavado de narcodólares, pero también la llegada del Banco Ambrosiano a la Argentina en 1980 a cargo del hombre de la P2 Aldo Alassia y, posteriormente, la conexión con el desembarco de la Banca Nazionale del Lavoro.
Esta última iba a nombrar al frente de la oficina en Buenos Aires a Víctor Taiariol, un oscuro personaje que iba a tener de allí en adelante
muchas, profusas y oscuras relaciones con Mauricio Macri.
Taiariol asoció a la BNL con Mayer para transformar la empresa de seguros Juncal en La Estrella, cuando ya había estallado el escándalo del Banco de Italia. Pero también con Mauricio Macri formó ITACO, una empresa especialista en el manejo de bancos de datos que unos años más tarde iba a firmar varios contratos con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante la intendencia de Carlos Grosso: el procesamiento de infracciones de tránsito, el manejo de la Dirección General de Rentas y el relevamiento catastral de la ciudad.
La Banca Nazionale del Lavoro tuvo que separar a Taiariol cuando estalló en Italia el escándalo de la Tangente; Licio Gelli terminó preso
en Suiza cuando con un pasaporte confeccionado en el campo de concentración que funcionó en la Escuela de Mecánica de la Armada
(ESMA) intentó sacar dinero de una cuenta bancaria; Eduardo Mayer tiene un emprendimiento inmobiliario en Chubut y pasó los últimos años de su vida visitando en Punta del Este al periodista Bernardo Neustadt.

http://www.gabicerruti.com/ar/2010/04/02/el-pibe/

1 comentario:

Anónimo dijo...

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